La montaña como terapia: beneficios “mentales” del Trail Running

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Para nadie es nuevo que la actividad física al aire libre y el deporte en general trae múltiples beneficios para los que lo practican. Ahora, se está hablando más respecto a los beneficios “mentales” que trae consigo la práctica de deportes, y por sobre todo deportes al aire libre, y mejor si son en entornos naturales lo más alejados posible de las grandes urbes.

Desde pequeño (bueno no tanto) he estado relacionado con el aire libre y la naturaleza. Las reuniones siempre eran en parques o cerros, y en las vacaciones de invierno y verano se salía a acampar por una y dos semanas, respectivamente. El norte era el elegido en los inviernos y el sur los veranos. Realmente íbamos a lugares alejados de la civilización, en los que nos desconectábamos de todo, absolutamente todo. Bueno en esos tiempos no habían celulares, ni ningún aparato que nos acercara a la tecnología, por lo que la conexión con el ambiente era casi total. A partir de esas vivencias se forjó mi lado aventurero, ya que cada vez que puedo me pego un mochileo a algún lugar del sur de Chile. Y bueno, también a los majestuosos cerros que tenemos acá tan cerca de la ciudad de Santiago.

Viendo la imponente cordillera cada mañana, se me hace difícil no subir regularmente a correr y divagar por los múltiples senderos y cimas que componen la Sierra de Ramón. Desde siempre, más que un entrenamiento, recorrer esas rutas han sido viajes de reencuentro, conexión y reflexión con la naturaleza, la soledad y lo más primitivo que tenemos: el movimiento de bipedestación. Hay muchas historias de ex-drogadictos y ex-alcohólicos que se volcaron de lleno a correr kilómetros y kilómetros por las montañas. También está la historia de Rob Krar, un ultramaratonista que se volcó de lleno a la montaña para superar una severa depresión que lo aquejaba. Ahora es reconocido en las grandes carreras de ultrafondo en cerro.

El sólo hecho de pensar en ir a la montaña nos genera un bienestar, ya que es una actividad que nos saca de lo rutinario y nos lleva a un lugar tranquilo en el que se puede apreciar la majestuosidad de los paisajes montañosos. Ya en el sendero, la calma que se siente es apabullante; después de estar tan acostumbrados al constante sonido de motores, conversaciones, música, televisión, el silencio en las montañas es una experiencia sanadora en todo sentido. Ya inmerso en esa calma, descubrimos que nada nos apura ni presiona. Correr en el cerro no significa que uno esté apurado, más bien es otra forma de disfrutar el cerro. Los kilómetros pasan y las sensaciones son de una conexión total con el sendero; el frío golpeando la cara y manos, el sol saliendo y dándole color a todo, las ramas chocando en el cuerpo, el sonido de las aves inundando los oídos, y las rocas y piedras dificultando el andar. Todo lo anterior combinado provoca un estado de máxima concentración y disfrute.

Es un estado de mente vacía o llamado Satori. Un estado en el que uno se siente pleno y no hay pensamientos que nos aquejen; no se piensa ni en el pasado ni en el futuro, sólo se es ese momento y nada más importa. Las piernas se vuelven ligeras y se corre en conjunto con la tierra del sendero; se fluye como el viento ascendiendo las montañas y como el agua descendiendo por la pendiente. El sólo hecho de estar a la sombra de un árbol, te hace comprender la importancia de éstos. Luego viene una refrescada en el río y redescubrimos lo importante y valioso que es el agua limpia y fresca. Los kilómetros siguen pasando y la recompensa es la vista que se tiene en la cima. Arriba el tiempo parece detenerse. Tan lejos de todo. Es un ejercicio de humildad y gratitud, que nos muestra lo ínfimos que somos en el mundo y lo afortunados que somos por tener la oportunidad de vivir aquella experiencia.

Ya de vuelta el cansancio comienza a dejar rastros en el cuerpo, sin embargo la mente está fortalecida y los pensamientos se vuelven a lo fundamental de la vida: nuestro entorno y de cómo podemos mejorarlo.