ENDURANCE CHALLENGE 2016

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15 de Octubre / 9 am / 21K / D + 1470 / D – 1470

Son las 8:55 am y estamos a sólo 5 minutos del comienzo de la carrera. Por los cerros se encuentran corriendo los competidores de los 160, 80 y 50K; excepto Oscar Olguín, el ganador de los 160K que llegó alrededor de las 8:12 am, Nicolás Jego (segundo) y Marlene Flores, también ganadora de los 160K, que llegó cerca de las 8:45 am. Me encuentro rodeado de gente mucho más alta que yo, y no veo nada alrededor, sólo sus caras, camisetas, zapatillas, shorts, mochilas y artículos varios.

Quedando 1 minuto para la largada se me pasa el nerviosismo y se convierte en una energía contenida que esperaba ser liberada en los cerros. Se me vienen a la mente todos los entrenos realizados en los cerros de Santiago. Desde los rodajes suaves en el Cerro San Cristóbal, hasta los arduos largos en el Cerro Provincia. El trabajo ya estaba hecho, y sólo faltaba plasmarlo en la ruta. La cuenta regresiva siempre te deja en blanco. Sólo queda dejarse llevar por esos segundos y por el primer empuje de toda esa mezcla de felicidad y nervios al comenzar la carrera.

La primera estrategia de carrera, y la más importante, era partir a rápido para no quedar rezagado en los senderos. Con más de 700 participantes, ésta es la distancia más numerosa, por lo que es importante adelantar a corredores lo más que se pueda, ya que después el sendero es estrecho. El primer kilómetro es de caminos anchos y de pendiente leve, lo que permite correr a buen ritmo. Así fue. Adelanté a muchos corredores, y varios me adelantaron también. Una vez que tomamos contacto con la tierra, el ritmo fue aminorando, ya que las pendientes eran mayores. La respiración se volvía más agitada. No me dejé llevar en ningún momento por el ritmo de otro corredor. Siempre mantuve mi ritmo, ya que de lo contrario corría el riesgo de quemarme, y no convenía con más de 19 kilómetros por delante. Alrededor del kilómetro 2 hicimos contacto con la que sería la primera subida del día: la ruta hacia Alto Las Vizcachas. 2 kilómetros de constante subida y unos 500 metros de desnivel positivo. Toda la subida la hice con unos 3 corredores. Íbamos al mismo ritmo. Trotando la mayor parte de la subida, pero caminando en los tramos con mayor pendiente. En cierto momento miré hacia atrás y no vi a nadie. La montaña ya estaba imponiendo sus términos.

Llegados al kilómetro 4 se tomaba el desvío a Aguas de Ramón (no se seguía ascendiendo hacia Alto Las Vizcachas). En este punto quedé solo. El “plano” que venía a continuación permitía retomar el aire y correr algo más rápido. El día era maravilloso. El aire fresco me bañaba todo el cuerpo y la vista de Santiago era inmejorable. En este punto comencé a fijarme en las marcas de la ruta para no perderme. Comenzó la bajada y me lancé a toda velocidad, la que no duró mucho porque era una bajada técnica, con mucha roca, piedras y tierra suelta, además de continuos zig-zag. Pasada la parte más difícil, agarré ritmo nuevamente. En el momento en que divisé al que iba delante, 2 corredores me sobrepasan volando. No los vi más. Seguimos descendiendo hasta llegar al primer punto de abastecimiento. Decidí no parar y seguir cuesta abajo. Llevaba una botella de 500 cc en mi mano, así que consideré no parar y rellenarla en el segundo abastecimiento, 6 kilómetros más adelante.

Sabía que terminando la bajada venía un pequeño plano, en donde cruzamos un puente colgante, y de inmediato nos íbamos a encontrar con la siguiente subida: 5 kilómetros de sube y baja hasta el Salto de Apoquindo. Esta ruta la hice alrededor de 4 veces entrenando, por lo que sabía dónde apretar y dónde mantener. La subida la hice a ritmo constante, sabiendo que después me quedaría la última subida y posterior bajada; ambas durísimas. Todo este tramo lo compartí con otros 2 corredores. Las subidas más duras, que eran tres, se hicieron caminando, no daba para trotarlas. Casi llegando al sector más “llano” que nos llevaría al Salto de Apoquindo, SORPRESA! Habían cambiado el recorrido a última hora, sin siquiera avisar. En lugar de doblar a la derecha, por donde seguía la ruta, nos desviaron a la izquierda. La ruta nueva estaba bien marcada, sin embargo al no ser un sendero establecido, había mucha piedra suelta y hierba alta. Lo que estuvo bueno fue una bajada vertical de unos 2,5 metros y después una subida vertical de la misma altura. Este desvío redujo el kilometraje de la carrera. Los casi 23 kilómetros quedaron en casi 21. Esta situación cambió por completo mi intención de rellenar mi botella en el punto de abastecimiento 2, ya que no pasamos por ahí. En ese momento tuve que controlar mi sed y dar pequeños sorbos para que el agua me durara hasta el próximo punto, unos 5 kilómetros más adelante.

Ya repuesto de esa situación, me lancé a correr por el kilómetro de llano que tenía por delante. No había nadie ni por delante ni por detrás. Minutos después me topé con 2 corredores de los 80K que estaban reventados. Seguí a toda velocidad y alcancé a algunos corredores que antes me habían dejado atrás. Ahora venía lo realmente duro: la tercera subida de la carrera. Primero comenzaba con poca pendiente, pero a medida que avanzábamos se iba poniendo cada vez más dura. Adelantaba a algunos corredores y después me adelantaban. Las piernas me quemaban. Me quedaban uno o dos sorbos de agua. La boca y garganta me pedían varios litros de agua. Apreté los dientes y seguí trotando cuesta arriba. Hasta que llegó el momento. Esta subida la había hecho 2 veces entrenando, así que sabía lo que estaba por venir. La última parte era como hacer un kilómetro vertical. Una pendiente endemoniada que apenas permitía caminar. Éramos alrededor de 6 corredores que íbamos casi pegados. Acá me tomé de un trago lo que me quedaba de agua. Cada uno luchando contra la pendiente y el cansancio. Fue un momento mágico. Parecíamos un equipo con el mismo objetivo: llegar a la cima a como dé lugar.

La última bajada, que nos llevaría a la meta, era rápida y traicionera. Un zig-zag constante, tierra suelta y tramos con pendientes casi verticales. Sólo había que cuidarse de que no se nos fueran las piernas. Paso corto y controlado, en todo momento. Una vez que la pendiente bajó, me lancé a correr como si me estuvieran persiguiendo (bueno, en cierta medida era verdad). Ya sólo quedaba bajada, así que seguí a tope. Así, me encontré de golpe con los corredores de 10K. Habían hecho converger las rutas! Esto era un problema para los que veníamos a buen ritmo, ya que nos vimos obligados a frenar y a pedir permiso. Muchas veces no podíamos avanzar, simplemente porque el sendero era estrecho y al querer pasar podíamos provocar un accidente. Cuando se abría un poco el sendero pasábamos o nos daban el paso. Acá el respeto era lo primordial. No poner en riesgo la integridad de uno, ni la de los demás corredores. El sendero desembocaba en un camino ancho que nos llevaría a meta. Ahí también estaba el tercer abastecimiento. Estaba repleto de gente, así que tragué saliva y me guardé lo sediento que estaba. Ya sólo quedaban un par de kilómetros.

La bajada era rápida pero peligrosa. Muchas piedras sueltas de tamaño medio obligaban a ver en todo momento dónde pisar. Sólo pensaba en correr y llegar. Hasta que un nuevo desvío de ruta nos llevó a seguir subiendo. No quedaba más que apelar a la mente y seguir. Subidas cortas pero que quemaban las piernas. Después de todo lo corrido sólo quedaba aguantar.

Ya se escuchaba la música y las voces del campamento base. La bajada seguía siendo empinada. Hasta que apareció el camino de tierra que llevaba a meta. No me lancé a todo dar porque ya iba muy cansado. Ahora se trataba de resistir y cruzar la meta. Mantuve el ritmo en todo momento, y al fin la recta de meta. Fue un momento de muchas emociones. Dos amigos me estaban esperando y corrieron algunos metros a mi lado, dándome apoyo. Luego vi a mi papá que me acompañó. Y antes de cruzar la meta, estaba mi compañera con una sonrisa. Le devolví la sonrisa como pude (entre tanto cansancio) y crucé la meta. Uno de los objetivos más importantes de este año estaba completado.

Foto: Facebook The North Face – Claudio Vicuña

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